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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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07-08-2011

 

 

 


 

 

De Panamá (1826) a Caracas (2011)

SURda

 

Julio A. Louis

 

 

Lo que Bolívar no pudo en el Congreso de Panamá (1826), estos días (5 y 6 de julio), en mejores condiciones se puede en Caracas, donde ha sido creada la CELAC (Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños). Valorar ambos hechos sirve para ubicarse en este presente.

 

España y Portugal son las principales potencias coloniales en América. Ocupan la mayoría de los territorios comprendidos entre Tierra del Fuego y el interior de los actuales EE.UU. Holanda, Francia, Inglaterra, de aparición más tardía- se ubican en las restantes zonas. Holanda en las Islas Sebaldinas (hoy Malvinas), el noreste de Brasil (1630-1654), Nueva York (ex Nueva Amsterdam), parte de las Guayanas y Antillas. Francia e Inglaterra en los actuales EE.UU., Canadá, las Guayanas y las Antillas.

 

Pasarán siglos antes que José María Morelos en México apele a la resistencia de “los americanos” , (1813) término empleado por vez primera. En general, como tales comienzan a sentirse los criollos.Pero entre los de América Española y los de Brasil las relaciones son de incomprensión, favorecida por la diferencia idiomática y alentada por Gran Bretaña.

 

Simón Bolívar -el principal impulsor de la integración- convoca al Congreso de Panamá.(1826). Su plan inicial (1813) había sido crear una Federación Americana e Hispana que España ignora. Luego, antes de la campaña militar del Sur (hacia Quito, Perú y Alto Perú) por los años 20, se designa a Joaquín Mosquera Ministro Plenipotenciario ante los gobiernos australes a fin de invitarlos al Congreso de Panamá. Parece tener éxito en Perú y Chile pero recibe la firme negativa argentina. Francisco Santander, al frente de la Gran Colombia (Venezuela, Cundinamarca y Quito) invita a EE.UU., pese a la opinión adversa de Bolívar, que expresa al Encargado de Negocios Británico en Washington: “Y los EE. UU. parecen estar destinados a plagar la América de miserias a nombre de la libertad” . El Congreso de EE.UU. designa a un delegado, que muere en el viaje, portador de instrucciones de oposición a la liberación de Cuba y de Puerto Rico (en poder de España), objetivos político-militares de Bolívar.

 

Al congreso no concurren las Provincias Unidas (Argentina) ni Chile, los más influidos por Gran Bretaña. Paraguay es marginado y Brasil acepta la invitación pero no asiste. Se firma un Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua entre la Gran Colombia, Centroamérica y México. Las resoluciones -a ser ratificadas después- instan a fortalecer vínculos, establecer regímenes republicanos y democráticos, no firmar acuerdos de paz por separado, fijar garantías de límites, prever tratados de comercio, proscribir la esclavitud, crear un ejército y una marina comunes, fijar como objetivo inmediato la liberación de Cuba y Puerto Rico. En Tacubaya (México) deberían haberse reunido en la instancia proyectada (1827). Sólo la Gran Colombia asiste y ratifica las decisiones, México el anfitrión, ni concurre. Bolívar escribe a Santander que el congreso parecía “una representación teatral” .

 

Desde Tacubaya la unión duerme una siesta de casi dos siglos. Los factores disolventes pesan más que los integradores: se separan de la Gran Colombia, Venezuela (1829), Ecuador (1830) y de las Provincias Unidas, la Oriental (1828) . Estas repúblicas (y el Imperio de Brasil) son gobernadas por una clase dominante (conjunción de amos esclavistas, terratenientes feudales y burgueses) que prioriza el lucro a la patria unida. Entre Bogotá y Caracas, o Buenos Aires y Montevideo, la competencia entre ellas y la dependencia de las metrópolis, imponen la orientación.

 

Después la integración la promueve EE.UU. con vistas a su dominación (Unión Panamericana, 1889) y Organización de Estados Americanos (OEA, 1948). El concepto de integración bolivariano queda recordado por escasos intelectuales, sin gravitación política para su concreción. Pero con la oleada de gobiernos de centro-izquierda en el continente, la situación ha virado. América del Sur vanguardiza una nueva era: el ALCA se fue “al carajo” como dijo Hugo Chávez, sus sucedáneos parciales (los Tratados de Libre Comercio con EE.UU. son escasos (Chile, Perú, Colombia) y pocos países tienen bases militares extranjeras. Mientras, el proceso de integración de lo que José Martí denomina “Nuestra América” (indo-afro-latina) separada de los países capitalistas desarrollados (Canadá y principalmente EE.UU.) avanza. El Mercosur, nacido como acuerdo comercial, llega a otros más profundos. En Ayacucho, celebrando la batalla última contra España (2005), nace la Comunidad Sudamericana de Naciones, convertida en la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en Isla Margarita (2007). Además del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), ahora se concreta la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), sin los dos Estados poderosos de América del Norte, pero incluyendo a México.

 

La nueva organización incluye a Brasil, y a las repúblicas caribeñas, en su mayoría ex colonias holandesas, inglesas, francesas, un total de 33 países. ¿Qué nos une? ¿Qué revierte la historia de fragmentación y de sumisión? La conciencia de poseer intereses comunes, la convicción de que debemos y podemos ayudarnos recíprocamente, la existencia de gobiernos antiimperialistas (Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia), el liderazgo inteligente de Brasil que sabe que solo, sin los otros pueblos del continente, no puede crecer. Y en el caso de los gobiernos de derechas, no perder de vista un proceso que les tiende a dar mayor autonomía frente a la subordinación del imperialismo, sin desconocer el riesgo de que actúen como quinta-columnas al servicio de la alianza imperialista-oligárquica.

 

Sólo un bloque de naciones, una mega-nación, hará que seamos respetados en el mundo. Aunque mucha agua correrá bajo los puentes y las contradicciones son importantes, CELAC constituye un objetivo frente antiimperialista (al estilo del Frente Unido Anti Japonés que en China reunió a comunistas y nacionalistas de Chiang Kai-shec entre 1937-1945). Frente que podrá pugnar por la defensa de nuestros medios de producción y recursos naturales (el petróleo, el agua, la biodiversidad. etc.). Los fines -a imagen de la pluralidad respetuosa propuesta por Bolívar- son asegurar la autonomía regional, respetar el derecho internacional, la igualdad soberana de los Estados, la oposición a que la fuerza resuelva conflictos, la defensa de los derechos humanos, la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria, los avances en salud, educación, tecnología, deportes, la elaboración de una carta de Derechos Sociales y quizás en perspectiva histórica, la ciudadanía común. Enhorabuena.

 

 
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